Liberar espacio
- florngiralt
- 9 nov
- 2 Min. de lectura
Cuando escribo, mi cabeza descansa y mi alma respira. Las palabras que no logro decir en voz alta se escapan por mis dedos, letra por letra, hasta convertirse en texto. Escribir me libera, los archivos que antes ocupaban mi mente ahora se guardan en mi Drive. Y prefiero que sea así. Si la memoria digital se llena, siempre puedo comprar más espacio; en cambio, si lo dejo en mi mente, mis ideas se aplastan entre responsabilidades y rutinas de la vida adulta.
Empecé a escribir cuando vivía en Anchorena. Era 2003, no tenía computadora y lo hacía a mano, en esos cuadernos negros de librería. Inventaba canciones e historias que veía en Telefe. Ese cuaderno se perdió en una mudanza, pero tampoco lo añoro: lo que escribí entonces no era más que una réplica del mundo de Cris Morena. Aun así, fue mi forma de empezar.
Lo segundo que recuerdo haber escrito fue sobre un momento traumático de mi vida, a los catorce años. Fue la vía de escape que encontré para sobrevivir al estado de alerta en el que había entrado. Esa historia la reservo para más adelante: es parte de un libro basado en hechos reales en el que me desgarro y me sumerjo de nuevo en ese evento.
Esta es mi primera newsletter, pero no lo primero que escribo. Hice cursos para explorar mi voz como autora, y de ahí nacieron relatos interesantes que iré compartiendo en este espacio. Descubrí que escribir no solo me hace bien: me conecta con lo más real de mí misma. Porque cuando escribo, no puedo mentirme.
Hoy tengo dos libros autoconclusivos, uno de hechos reales y hasta una saga inédita. Mi universo literario todavía no salió a la luz porque vengo trabajando en él hace años. No quiero que la ansiedad le gane a la sabiduría. Pero el día que empiece a publicar, voy a liberar espacio mental y virtual para transformarlo en algo físico.
Comentarios